Aquí te cuento cosas de varias temáticas sobre la provincia de Cádiz para que tu visita sea más buena que un plato de pescaíto frito en la playa.
Cádiz es Andaluza y, como tal, su manera de hablar es definitoria.
Y habrá gente que discrepe conmigo pero la oratoria andaluza es exacta y precisa. Es de rápido pensamiento, despierta imaginación y de un léxico amplio, alimentada por diversos idiomas a través de los tiempos, haciéndola universal.
O una «tortillita liá», que se dice mucho en Andalucía.
Y que viene a ser lo mismo. Uno, dos o, para quienes tienen más apetito, tres huevos batidos en una sartén y que, normalmente, una vez que están hechos, se dobla.
Hay personas que le añaden queso, tomate, espinacas…¡el cielo es el límite! pero la clásica es únicamente huevos. Nada más.
Cádiz es la ciudad más antigua de Occidente que ha estado constantemente habitada desde la época de los fenicios. Hace ya más de 3000 años.
Acabo de volver de Cuba, he estado un mes inspeccionando todo lo que he podido la Isla, cruzándome con gente maravillosa y aprendiendo muchísimo. Sobre su historia, y sobre la mía.
Si no lo habías oído te lo cuento yo. Cádiz tiene fama de que hay «mucho mariquita»
Y ni te digo que es mentira, ni que es verdad. Quizás porque, a parte de que la frase está llena de odio e ignorancia, la cierto es ¿qué importa si es así?
Igualmente, me parece curioso contarte el por qué de esta fama que tiene Cádiz.
Ya se lo cantaba Lola la piconera a los franceses que intentaron invadir la ciudad de Cádiz durante la guerra de la independencia española contra el ejército de Napoleón.
Y es que si de algo presumimos con orgullo en esta ciudad es de la victoria sobre los franceses cuando éstos intentaron asediarla en 1810. Aunque no nos lo pusieron fácil. Estuvieron 2 años acampados, cercando las ciudades de Cádiz y San Fernando, bombardeando una ciudad superpoblada debido a los refugiados de guerra de toda España.
Hay muchas historias y leyendas sobre el origen y la geolocalización de la primera tapa.
Algunas personas hablan que la idea fue del Rey Alfonso X (que para algo le apodaron «El Sabio») quien recomendó que, para evitar e incluso curar enfermedades, había que beber pequeños sorbos de vino; así como para mitigar los efectos del alcohol, se debía de comer algo pequeño.
